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Foto del escritor: La MagaLa Maga

Temprano, 4 de la tarde, suena el WhatsApp, un texto que dice: estamos abajo. Abrimos la puerta y nos encontramos con El David Mondacca y su inseparable productora, Claudia Andrade, que también es directora y "puestista en escena" de esta nueva propuesta de Mondacca Teatro. Ellos traen un silla y una maleta.... sonríen e ingresan.



Entran a la sala teatral de El Bestiario, donde presentarán la obra Azul Congelado, Bukowski. La Claudia y el David , que se presentaron en un sin fin de grandes escenarios dentro y fuera del país, estaban parados frente a un caos, un caos de sillas y cables, entonces continuamos conectando las luces, moviendo tarimas, con casi todo deshecho, pero al mismo tiempo con casi todo listo.


"Vamos por unos zapatos" dijo Claudia, seguro una excusa para dejarnos terminar el trabajo y así fue. Cuando regresaron todo estaba en orden. Insistíamos en preguntarles que más necesitaban y la respuesta era, no se preocupen, lo que tenemos esta bien.

Osea, un maestro, un verdadero maestro como lo es Mondacca estaba conforme y listo para subirse al escenario, dispuesto a dar su arte, a morir un poquito en este pequeño espacio.


Ultimamos detalles, mientras David se preparaba para su espectáculo. Esta vez no era en el Municipal, ni en ningún otro lugar taquillero, era en El Bestiario que, con suerte, aglutinaría 40 personas.



Sin embargo, David se alistó como si tuviera 400 espectadores, con la misma intensidad, con las mismas ganas, que luego de más de 40 años sobre las tablas, siguen intactas. Como él dijo: "hace años decidí lanzarme al vacío, quemar velas y vivir del oficio".


Se abrió la sala e ingresó el público. Minutos después, exactamente a las 20:36 se cerró la puerta, hicimos una breve presentación destacando al actor, a su productora y a nuestro equipo.


Las luces se encendieron y apareció él, un ser profundo, concluyente y voraz. En medio de gritos, llanto, gemidos y risas, David Mondacca, como siempre, se estaba comiendo al público.


Fue así por más de una hora, hasta que estalló el aplauso, ese sonido que no acaba, ese que alimenta al artista y emociona al público, público que no conoce otra forma de agradecer al actor, en este caso a David.


Parecían cientos de espectadores, aunque en realidad fueron menos de veinte, lo suficiente como para poder rebalsar nuestro espacio con ese sonido de gratitud.


Al salir, la gente hizo algunos comentarios de elogio, pero hubo uno que se nos grabó en la cabeza: "Logré sobrevivir", que salió de la boca de un francés, "que fuerte", añadió con una cara que no era la misma con la que entró a la sala, seguro que de alguna manera el teatro hizo su magia, lo transformó.


Una vez más, el monstruo Mondacca hizo de las suyas y encantó a los mortales que tuvieron la suerte de verlo morir en las jaulas de El Bestiario.


Gracias David.




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Actualizado: 8 mar 2020

Un llamado al público perdido.



La inmediatez y la universalidad de la internet, la inmensidad descomunal de las redes sociales, nos dan lo que nunca hemos imaginado



Si uno quiere, se puede ver en vivo, espectáculos que están sucediendo al otro lado del planeta, grabaciones de artistas soberbios, cine, conferencias, documentales; todo lo que quieras obtener.


Pero, sobre todo a los más jóvenes, debemos recordarles que nada se compara a la realidad. Escuchar un con


cierto en vivo, no transmitido en vivo; sentir la fuerza del sonido y los bajos de un concierto de rock, que golpea tu estómago o sentir la sutileza de un “pizzicato” que brota de un violín, ejecutado por un músico que hoy, justo hoy, hizo la mejor interpretación de su vida y solo la vivirán los espectadores que tuvieron la suerte de estar allí.


Ver una función de teatro o danza, con un artista vibrando a escasos metros del espectador, no tiene comparación; c


omo lo diría una reconocida marca de tarjetas de crédito, “no tiene precio”.


No hay manera de explicar la sensación de experimentar un instante mágico, pero esa sensación, es la que hace, que las artes escénicas sigan vivas, porque nada se compara al arte vivo, que solo queda en la memoria de quien lo ve.


Hay una sola condición para que esto suceda en la cabeza de los espectadores, es la entrega del artista, él debe dar su vida en el escenario, debe cautivar. Claro, la obra debe ser adecuada y la técnica perfecta; pero sobre todo, el espectáculo, en general, debe respetar al espectador y saber que tiene en sus manos la posibilidad de cautivar, de por vida, a un espectador.


¿Qué? ¿Nunca viste teatro o danza en vivo? ¿En verdadero vivo, en carne y hueso?

Anímate, lleva tu móvil, déjalo grabando y tu, mira lo que sucede en el escenario, te aseguro, que aunque sea por un par de minutos, tendrás una experiencia inigualable, que te llevará una y otra vez, a los escenarios de tu ciudad.

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(Un comentario sobre el taller “Ser y Estar”, el Colectivo y la Paty…)


¡Puta que está bien! Fue lo primero que pensé cuando terminó el primer cuadro.


Me invitaron a ver una obra de teatro "moderno" que titulaba Bloque fruto de un taller de teatro, según mi criterio, "experimental" denominado Ser y Estar y dirigido por Patricia Garcia, además me anticiparon que la pieza teatral provocaría al espectador desde el silencio, evitando el uso de la palabra.


Debo ser honesto, al principio imagine que sería una de esas manifestaciones artísticas, herméticas y bizarras que siempre adormecían mis sentidos y expectativas, bajo esa premisa ingrese a la sala, que por cierto para mi alegría, se encontraba casi llena.


Fui sorprendido con el telón abierto, de fondo un sonido de brasas y encima de las tablas, más de 25 cuerpos hermosamente iluminados y estáticos, me enfoque en los detalles, en las ropas extrañas, algunas insinuantes y otras cotidianas. Los cuerpos se empezaron a mover lentamente y dejaron el espacio desnudo. En ese momento empezó el viaje.


No contaré la obra completa, ni describiré todo lo que vi, sin embargo, les diré que ese grupo de actores, ese conjunto de espíritus, me llevó a revivir los duros momentos que nuestra abigarrada sociedad sufrió durante los últimos meses del año.


Pude sentir un ser boliviano y percibirlo desde muchos aspectos, desde su contradicción, su dolor, su odio y banalidad, para terminar no con un final feliz, sino con uno donde todo vuelve a empezar, allí donde descansa la esperanza y la fe.


Sobre el colectivo:


Se denomina colectivo a un bus o micro, la palabra viene del latín “collectivus”, aquello perteneciente o relativo a un grupo de individuos. Es una agrupación social en la que sus integrantes comparten ciertas características o trabajan en conjunto por un mismo objetivo.

En esta manifestación teatral encontré ese espíritu de grupo, todos los participantes tenían un proyecto en común, pero se notaba que cada uno tenía un reto individual que superar.


Eran personas absolutamente singulares y diferentes, seguro con distintas creencias, gustos e ideologías, pero en esa composición escénica no había principales ni secundarios, era un solo cuerpo en armonía, con ritmo, intensidad y, sobre todo, emoción.




Un gran amigo y director de cine un día me dijo que: "si en una película el audio pasa desapercibido, significa que se hizo un buen trabajo".  En Bloque recordé exactamente las mismas palabras, todo fluyó y como espectador no sentí la necesidad de escuchar textos.


Sobre el taller, la muestra y el resultado:


Por el entusiasmo y la entrega de los participantes, me quedó claro que, de una o de otra manera en el taller "Ser y Estar" los espíritus afloraron, el control se reprimió, los fantasmas junto con los miedos se desvanecieron y todo se manifestó con el cuerpo.


La propuesta estaba dividida en siete cuadros, compuestos por lo general, por grupos de cuatro actores, que manifestaban a su manera los distintos momentos que vivió el país. Estaban los sociales, los políticos, los existenciales, los populares, los bizarros, los sátiros, los conceptuales, entre otros.





Cada tanto, todos se juntaban al rededor de una increíble niña que fue el hilo conductor, no sólo de la obra, sino de la cordura y la esperanza que muchas veces esta ausente en nuestro espíritu boliviano.


Sobre la directora

Foto Los Tiempos.


Esta fue la muestra final de la sexta versión del taller permanente que dirige Patricia Garcia La Pati. No soy muy cercano a ella pero me atrevo a tutearla porque sus alumnos, con todo el respeto que se merece y por su buena onda, la llaman así.


Es educadora teatral, pero los participantes aseguran que es vidente, porque con su sensibilidad y trayectoria sobre las tablas, supo poner en conflicto a cada uno de los participantes, llegar a su interior, hacerlos trabajar desde ahí con sus temores y bloqueos.


Con su estilo particular, su propuesta moderna y transgresora, convirtió a los más de 25 seres en máquinas de hacer teatro, más allá de la experiencia que tengan, ellos supieron hacerlo y lograron cautivar, emocionar y, en definitiva, transformar al sujeto que silenciosamente hizo de receptor y que ahora escribe sobre lo que esa noche vivió.


Gracias: Bloque, Colectivo y Pati.


Ficha Tecnica:






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